viernes, 27 de mayo de 2011

MARGINACION SOCIAL




Entendemos por exclusión o marginación social el proceso por el que una sociedad rechaza a unos determinados individuos, desde la simple indiferencia hasta la represión y reclusión.


FUNDAMENTOS DE LA MARGINACION SOCIAL

La crisis económica ha puesto al descubierto el progresivo empobrecimiento (absoluto y relativo) de la población bajo el capitalismo. Pero donde unos aprecian una ley tendencial del capitalismo, otros necesitan poner los dedos en la llaga y comprobar que la "sociedad opulenta" sólo está en los escaparates, no en las despensas. No hay mérito en constatarlo hoy, sino en haberlo denunciado, por ejemplo, en los años sesenta, en plena euforia desarrollista.
 
El capitalismo es el modo de producción en que las crisis no son por carestía sino por abundancia, por superproducción, por exceso. Pero esto tampoco tiene mérito subrayarlo: lo correcto sería -más bien- reconocer que hoy las necesidades son mayores y, sin embargo, hay cada vez menos posibilidades de satisfacerlas, porque los medios de producción se centralizan cada vez más, mientras la mayoría expoliada crece sin parar y se pauperiza.
 
Este proceso involucra cuatro fenómenos simultáneamente: los países dependientes se empobrecen progresivamente; el volumen de trabajadores que no tienen otra cosa que vender que su fuerza de trabajo crece también, en detrimento de las viejas clases medias; la situación económica de los trabajadores es cada vez peor; y finalmente, la situación relativa de los trabajadores con respecto a los capitalistas también se deteriora.


LA FUNCION SOCIAL DE LA MARGINACIÓN Y DE LA MISERIA

 
Dicen que el delito es una parte de un fenómeno social más amplio, que califican de inadaptación, desviación o marginación. Esto es falso, no obstante lo cual sí resulta cierto que ambos, delito y desviación, lejos de resultar disfuncionales, desempeñan labores concretas en esta sociedad. Por una parte, contribuyen a la difusión e imposición de la ideología de la clase dominante y, por la otra, tienen un papel económico en la regulación del mercado de trabajo.
 
En el marco de esa mistificación, parece haber acuerdo en afirmar que la "causa" del delito está en la pobreza y en la miseria de los barrios urbanos: para prevenir el delito hay que actuar sobre la pobreza y erradicar la marginación, hay que sustituir -en realidad complementar- a la policía con los asistentes sociales. Todo ese discurso reformista se resume en "prevenir" el delito mejorando el estado de nuestros depauperados barrios. Estas tesis reformistas son también falsas, justifican la intervención desde el poder sobre los barrios, reclaman el control social sobre ellos y propician la represión policial.
 
Por otra parte, el discurso reformista defiende el fortalecimiento del "estado de bienestar" cuyo objetivo es que no haya pobres, repartir la riqueza, quitar a los de arriba para dar a los de abajo, etc. Los pobres y marginados no serían algo imprescindible sino, por el contrario, un obstáculo para la expansión del mercado. Eso es igualmente falso: la miseria no es una lacra del capitalismo, una secuela, sino algo necesario e imprescindible para engendrar plusvalía y reproducir la explotación en una escala cada vez más ampliada.
 
Si todo eso es falso, no cabe duda de que el "estado de bienestar", los programas de erradicación de la pobreza y toda la burocracia de "servicios sociales" forman parte de un formidable mecanismo ideológico del capitalismo que interesa desentrañar en su círculo vicioso: el capitalismo necesita de la pobreza para subsistir y, al tiempo, el capitalismo pretende luchar contra la pobreza y "elevar el nivel de vida". Los capitalistas, que viven de la miseria de los demás, generan su propio antídoto, el "estado de bienestar"; la ideología dominante también desarrolla sus propias vacunas reformistas: la asistencia social, el reparto, la fiscalidad progresiva, etc. En consecuencia, capitalistas y reformistas se necesitan unos a otros para mantener el sistema tal y como está.
 

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